Bastante intentan hacer los medios y el gobierno de turno en la concientización y el mejoramiento del tránsito en la ciudad de Buenos Aires. Pero evidentemente no alcanza.
Son muchos los cartelitos amarillos que vemos por las calles, con frases que para la mayoría de los ciudadanos nada significan o, mejor dicho, nada les importa. “Si conducis no bebas”, “No manejes a altas velocidades”, “Lleva a tu hijo en el asiento trasero”, “No corras picadas”, son algunos de los consejos que imparte el gobierno y diversas organizaciones no gubernamentales al respecto. Pero a pesar de las indicaciones, de las multas, de la quita de puntos al conductor, de los accidentes, parece ser que dichos afiches son solo una decoración más de la hermosa Capital Federal. También existen campañas en televisión, radio y medios gráficos, hasta incluso carteles móviles en los partidos de fútbol locales, todas intentando apuntar al mismo objetivo. Pero en este país, un afiche, un consejo, una palabra no alcanza. Recién a partir de implementar “castigos” cuando se comete una infracción se comienza a cambiar la actitud en algunos casos. Ya sea el caso del Sistema de Evaluación Permanente de Conductores (SEPC), una ley de tránsito implementada por el jefe de gobierno Mauricio Macri que consiste en la asignación de un puntaje a cada conductor y el descuento de puntos en función de las infracciones cometidas, o las tradicionales multas, foto multas, controles de alcoholemia, programa de conductor responsable en donde al conductor tras salir de un lugar nocturno se le hace un control de alcoholemia y si da con un nivel de alcohol en sangre de 0.0 gr/l el grupo se hará acreedor de los beneficios que se dispongan, radares y demás.
Recién entonces, en el preciso momento en que efectúan este tipo de controles, que a cada conductor afecta individualmente, tocándole el bolsillo o llevándose su auto, ahí hacen todo lo posible por cumplir la norma, o por lo menos simulan cumplirla.
Son muchos los cartelitos amarillos que vemos por las calles, con frases que para la mayoría de los ciudadanos nada significan o, mejor dicho, nada les importa. “Si conducis no bebas”, “No manejes a altas velocidades”, “Lleva a tu hijo en el asiento trasero”, “No corras picadas”, son algunos de los consejos que imparte el gobierno y diversas organizaciones no gubernamentales al respecto. Pero a pesar de las indicaciones, de las multas, de la quita de puntos al conductor, de los accidentes, parece ser que dichos afiches son solo una decoración más de la hermosa Capital Federal. También existen campañas en televisión, radio y medios gráficos, hasta incluso carteles móviles en los partidos de fútbol locales, todas intentando apuntar al mismo objetivo. Pero en este país, un afiche, un consejo, una palabra no alcanza. Recién a partir de implementar “castigos” cuando se comete una infracción se comienza a cambiar la actitud en algunos casos. Ya sea el caso del Sistema de Evaluación Permanente de Conductores (SEPC), una ley de tránsito implementada por el jefe de gobierno Mauricio Macri que consiste en la asignación de un puntaje a cada conductor y el descuento de puntos en función de las infracciones cometidas, o las tradicionales multas, foto multas, controles de alcoholemia, programa de conductor responsable en donde al conductor tras salir de un lugar nocturno se le hace un control de alcoholemia y si da con un nivel de alcohol en sangre de 0.0 gr/l el grupo se hará acreedor de los beneficios que se dispongan, radares y demás.
Recién entonces, en el preciso momento en que efectúan este tipo de controles, que a cada conductor afecta individualmente, tocándole el bolsillo o llevándose su auto, ahí hacen todo lo posible por cumplir la norma, o por lo menos simulan cumplirla.
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